Por Vicente Soler
Si se hiciera una encuesta y que de hecho la hay, al preguntar si los protocolos de salud ocupacional para garantizar el cuidado del ambiente de trabajo, representan una oportunidad para que el colaborador reconozca el interés que se tiene por parte del empleador en cuidarle, la respuesta sería concluyente y positiva; puesto que el ser humano se conoce no solamente como individuo endeble en un ambiente de riesgos de incidentes y accidentes cotidianos y que si bien es cierto, depende de la naturaleza de las funciones de cada puesto, ya mucho se han escuchado de situaciones que suceden a diario con tan solo bajar unas gradas, cruzar un pasillo o más cotidiano aún como el hecho de tomar una bebida caliente en el almuerzo.
En la actualidad con la era de la postpandemia, muchas empresas adoptaron los protocolos de saneamiento con carácter preventivo y acciones de corrección ante casos positivos al virus COVID-19 con el afán de evitar la propagación de contagios entre los diferentes grupos y unidades, en las industrias, talleres, espacios y módulos de personal tanto operativo como administrativo. Definitivamente esto fue regulado por el Estado y hasta de carácter obligatorio con algunas medidas que buscaban evitar la propagación del virus pero que permitieran continuar con la vida y sus distintas esferas; tales como la locomoción, la educación, culto, comercio y no menos importante el trabajo.
Dos años y meses después las empresas que aun cuentan con la adopción no solo de los insumos y medidas de contención y van más allá en el cuidado integral laboral de su personal, serán las preferidas a la hora de buscar trabajo, no digamos el quedarse trabajando en un espacio lo más seguro posible. Y es que el cuidar de los que nos han encomendado es una obligación del líder, hacerlo diligentemente nos traerá buenos resultados palpables de manera inmediata y al mismo tiempo permitirá lograr el engagement del cliente interno en cualquier corporación.
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